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Foto del escritorDavid Segorbe

Sal de tu zona de confort, y conócete a ti mismo

Es curioso ver que muchos de los mayores conferenciantes sobre crecimiento personal del mundo, son personas que han pasado por una situación tan extrema, que les ha hecho recapacitar y descubrir el verdadero valor de la vida.

Cuando te toca vivir una de estas situaciones y eres capaz de superarlas de manera consciente, tu mente sufre una transformación solamente entendible por quienes han experimentado la ansiedad de superar una grave enfermedad, una adicción o sobrevivir a un aparatoso accidente.


Está claro que para llegar a esta transformación, sin haber pasado por un proceso traumático, debemos de hacerlo adquiriendo unos niveles de conciencia bastante desarrollados. Y esos valores, en la mayoría de los casos, se encuentran fuera de la zona de confort. Si, esa zona desconocida, en la que no todo el mundo es capaz de adentrarse de manera voluntaria y en la que nuestra toma de decisiones improvisadas, puede marcar la diferencia entre dos aspectos tan simples como la vida y la muerte.


La vida es pura supervivencia. Todo lo que hacemos, si lo pensamos fríamente, es únicamente para sobrevivir. Nuestro trabajo, las relaciones con las personas, nuestras relaciones sentimentales, las decisiones que tomamos... Todo se basa en la supervivencia. Un ejemplo claro está en las relaciones sentimentales que ya no funcionan, y lo único que les mantiene unidos es el apego. Un apego que a ambos les proporciona seguridad y estabilidad en la vida. Si esa relación que está parada desde hace tiempo se rompiese, el dolor que conlleva esa ruptura, casi seguro que no sería por el hecho de perder a la persona con la que has compartido tantos años de tu vida, sino por el -qué será de mí a partir de ahora sin esa estabilidad que tenía. Cómo voy a sobrevivir?.


Salir de la zona de comodidad, implica abandonar el lugar en el que nos encontramos seguros, para adentrarnos en un espacio en el que nuestra mente no sabe cómo reaccionar. Que pensarías si te dijera que, a través del deporte, puedes auto adentrarte en la zona de peligro sin tener que enfrentarte directamente a él y conocer la sensación que se tiene allí? Incluso aprender a convivir con ella. Esto te proporcionará unos valores y una agudeza mental que no podrías adquirir de otra manera que no fuese, el verte inmerso de manera continuada en situaciones adversas. Y lo mejor de todo. Podrías aplicarlo directamente a tu vida, a tus relaciones o a tu trabajo.

Hay quienes practican deporte para sentirse mejor, para liberar tensiones de la vida cotidiana, los hay también quienes solo buscan mantener su estado de salud o mejorarlo. Otros practican deporte para exhibir y demostrar capacidades como la fuerza, la flexibilidad, su destreza personal y, así, huir del anonimato y sentirse reconocidos en su entorno. Los hay que buscan superarse a sí mismos. Otros practican sin conocer sus límites, viviendo episodios frecuentes de lesiones. Los hay que buscan trascender sus propios límites en una búsqueda constante de autosuperación.


Resulta, a veces, paradójico que la misma actividad pueda cumplir fines tan distintos según quién la lleva a cabo, pero el deporte tiene esta naturaleza compleja y no siempre clara. Lo que aparentemente es tan simple como un hombre corriendo, una mujer nadando o una tenista en la pista puede obedecer a intenciones muy diferentes.


Como puedo entrar en esa zona de peligro a través del deporte?


Simplemente forzándote esas situaciones.

Acelerar el ritmo en el último kilómetro de carrera, te sacará de tu zona de comodidad y te adentrará en la zona en la que el dolor muscular, tu sistema cardiovascular, tus pulmones o tu cerebro no pararán de repetirte que salgas inmediatamente de ahí.

Hacer una última serie en el gimnasio en la que te obligues a completar un total de 100 repeticiones sin soltar la barra, o realizar 10 intervalos de subidas del 10% de inclinación con tu bicicleta después de una ruta. Tú mismo sabrás, dependiendo de tu nivel y el deporte que practiques, donde estará esa barrera, incluso si no practicases actividad física alguna.


Terminar ese último kilómetro manteniendo el ritmo alto y omitiendo todas las señales de abandono que te manda tu cuerpo, te va a proporcionar un beneficio brutal si eres capaz de identificarlo. Primero, acabas de demostrar a tu cerebro, que podía hacerlo. Esos tres, cuatro, seis minutos que has mantenido el esfuerzo te han servido para descubrir la sensación que se tiene cuando sales de la zona cómoda. Te han enseñado que cuando estás en esa zona, hay que dar la zancada más larga, respirar más hondo, pensar en la meta o cualquiera de las decisiones que hayas tomado en ese momento que te ayudasen a terminar ese kilómetro. Pero lo más importante que habrás aprendido, será a darte cuenta de que cuando en la vida te vengan adversidades del tipo que sea, tu mente estará preparada para hacerles frente sin tirar la toalla a la primera de cambio, aumentando la confianza en tí mismo y la realización personal. Cuando practicas deporte entras en un círculo virtuoso que puede facilitar el logro de los objetivos.

También es importante el control de los resultados, buscando objetivos que supongan un reto alcanzable (ojo con no pasarnos con las metas fijadas porque podemos frustrarnos y estresarnos), medible y motivador.


El ejercicio físico es una actividad en la cual se pone en funcionamiento al mismo tiempo la parte física, la mental, la emocional y la espiritual.


Auto infríngete estas situaciones de manera continuada, y llegará un momento en el que llegarás a sentirte cómodo, en la zona de peligro. Y cuando llegue ese día; qué podrá tumbarte? Absolutamente nada.


David Segorbe

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